Por: José Oscar Fernández

La relación del paciente con el servicio de enfermería es, indudablemente, el principal factor para que el convaleciente pueda recuperarse de manera rápida y satisfactoriamente

Para aquellos pacientes que, simplemente, pasan un tiempo relativamente corto en las manos del personal médico y de enfermería, la situación es más fácil en virtud de que la ética profesional de los agentes de salud les permite una relación poco profunda, sin grandes compromisos, pese a la gravedad del problema.

En cambio, cuando se trata de afecciones “para toda la vida”, la relación paciente-enfermera cobra una importancia vital para la superación de los traumas que conllevan las denominadas enfermedades catastróficas o de alto costo, en donde ambos entes se ven las caras varias veces por semana, como ocurre con los pacientes de insuficiencia renal crónica en hemodiálisis.

Es ahí donde se requiere que el servicio de enfermería tenga un alto conocimiento ético y humano de su doble función, como principal ejecutor de las medidas y procedimientos adecuados en el tratamiento de los pacientes.

La técnica o enfermera debe ser, además de una correcta y diligente proveedora de los procedimientos del tratamiento, algo más para el paciente, ya que se convierte -entre otras cosas- en confidente y enlace de cada uno de los afectados y de los médicos. Es orientadora para evitar problemas de desinformación en el paciente, y habrá de servirle de catalizador de sus inquietudes y una especie de psicólogo en menor escala, que advierte cualquier anomalía que provoque baja en la autoestima del paciente -algo que pudiese ser fatal si no se detecta a tiempo- y ser una constante motivadora en procura del bienestar de su referido.

Una de las principales fallas en esta relación, cuando no se cumplen las normas éticas de manera adecuada, es actuar de un modo que el paciente entienda que no se le tiene respeto. Por ello, escuchar las quejas del paciente, es el primer gran compromiso, para que este sienta que se le pone atención a sus opiniones -que se le toma en cuanta- y se le respetan sus derechos.

Hay que saber que quienes están afectados por condiciones ¨catastróficas¨ tienen, de algún modo, ciertas frustraciones que se manifiestan en una conducta muchas veces inestable.

De su lado, el paciente debe tener conciencia de que ambos bandos tienen los mismos derechos y responsabilidades en cuanto al cumplimiento de sus deberes para con el procedimiento médico o el tratamiento.

Es deber del paciente entender que el personal de enfermería no es responsable de sus males y recordar que sobre la base del respeto mutuo y del cumplimiento con las normas y recomendaciones médicas se construye el éxito de las buenas relaciones, para el buen resultado del tratamiento, ya sea para una cura definitiva o para mitigar los efectos de la enfermedad y mantener una calidad de vida estable, sin mayores contratiempos.

Se sabe que en nuestro país, por diferentes razones, es difícil que todo el personal de enfermería - sobre todo aquél que labora en entidades públicas de salud- cumpla sus obligaciones al pie de la letra. En el peor de los casos, se sabe que en los hospitales públicos muchas veces se humilla al paciente, se le irrespeta, sin tomar en consideración que la población ignora muchas cosas en cuanto deberes y derechos.

Si el médico salva vidas, como se sabe, hay que resaltar que en las llamadas enfermedades de alto costo o catastróficas, el servicio de enfermería tiene mucho que ver con la mejoría o estabilidad en la calidad de vida del paciente.

Debe tener el personal de enfermería la templanza de sorportar los reclamos de sus superiores inmediatos -los médicos, personal de administración- y al mismo tiempo las quejas y peroratas del paciente.

En síntesis, son la paciencia, el respeto y el amor al prójimo los principales atributos para que una enfermera entienda al paciente y lo conduzca por el sendero de vida que amerita.

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