--Cuando el médico me dijo que debía dializarme, inmediatamente pensé en la muerte y no faltaron los amigos que me “animaron” diciéndome que quien se hacía eso duraba poco, porque era una cosa del otro mundo.”

Así comienza nuestra conversación con Rafael Pérez, paciente renal de 60 años, oriundo de Gaspar Hernández, a quien la Diabetes y la Hipertensión dañaron sus riñones.

--Después que conocí lo que realmente es la diálisis, agrega Rafael, he vuelto a llevar una vida prácticamente normal, trabajo, hago mi vida social, disfruto de la compañía de mi familia, que me han dado mucho, especialmente mi hija Yessenia y mi esposa María.—

Con su peculiar forma y buen sentido del humor, Rafael se ha convertido en la alegría de la sala de hemodiálisis del Instituto Dominicano de Cardiología, en el turno vespertino de los lunes, miércoles y viernes. Con sus anécdotas, chistes y ocurrencias, él mantiene alegre al más aburrido, sea paciente, médico o enfermera.


Solidario, colaborador, de noble sentimiento y trato afable, con su característica expresión cibaeña, Rafael propugna para que la familia renal se una y luche por el respeto de sus derechos.

No deja de insistir en su gratitud a los doctores Pichardo y Núñez Lockward, por el trato recibido, así como a todo el personal del Instituto Dominicano de Cardiología, sin obviar a todos sus compañeros, que comparten tres veces a la semana, durante más de cuatro horas que dura la terapia de hemodiálisis.

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